lunes, 17 de septiembre de 2007

No escribo poesía, no sé hacerlo ni sabré hacerlo nunca, no me importa. Mi alfabeto es de gestos, de acciones, de contradicciones, de brazos extendidos. Lluevo palabras que rebotan contra un espejo que me desfigura, que no refleja mi imagen, que proyecta su lectura apresurada e inconclusa, que me cristaliza en ella. Me visto de violeta, que es el color del luto, y oigo la lluvia que choca en mi ventana, mojando una cala que espera el regreso del sol para abrir su corola. El sol, cegador, cegado.

2 comentarios:

Livio dijo...

Bonito relato de erotismo floral que no necesita apelar a estambres y pistilos para calentarnos.

antiprímula dijo...

Claro! Todo muy bucólico, Livio. (En honor a la prímula que se avecina y nos amenaza con su felicidad.)