domingo, 30 de septiembre de 2007

Adiós, septiembre, no vuelvas pronto

Hoy termina septiembre. Por fin. Lo detesto. Será porque otro septiembre se llevó a mi papá, y todavía lo extraño. Ó porque este septiembre cumplí condena con el trabajo forzado de desenamorarme, tachando en el almanaque de mi heladera cada día que pasaba. Sin metáfora: cruces sobre los días. Ó por esa canción espantosa que por inconsciencia colectiva supo tener éxito. (Perdón Neil, cualquiera comete errores). Ó porque empieza con s. Ó porque soy otoño. Ó por antiprímula. Por lo que sea, despido con entusiasmo este maldito mes. Lo único bueno de septiembre son mis plantas. Pero en octubre estarán espléndidas. Lo sé. Yo también.

sábado, 29 de septiembre de 2007

PLOP

Plop es una curiosa novela de Rafael Pinedo, argentino, coetáneo. La edición está precedida por el siguiente párrafo:
Bebida é água
Comida é pasto
Você tem sede de qué?
Você tem fome de qué?
A continuación, un corto capítulo de Plop.
No estaba satisfecho. Desde hacía un tiempo tenía sexo todos los días, y varias veces por día. Y no estaba satisfecho.
Se despertaba con una erección tan fuerte que le dolía.
Se había acostumbrado a dormir con alguien para usarlo a la mañana.
Pero siempre cambiaba de persona, casi todos los días.
Se comenzó a crear un grupo que lo rondaba para dormir con él. Cerca de él se comía mejor.
Una mañana su acompañante, en vez de dejarse usar, lo masturbó. Le gustó un poco más.
Entonces se dió cuenta. Extrañaba la boca de la Esclava.

viernes, 28 de septiembre de 2007

雨の夜のあなたはAme no Yoru no Anata wa- Kaji Meiko

El video es un poco estático, pero mi amigo Leo, que conoce mi debilidad por la rama masculina de la raza amarilla me obsequia este bolero oriental. ¡Gracias!

jueves, 27 de septiembre de 2007

Incompatibles

Ella, muy altiva, muy correcta y racional, muy organizada le dejaba a él la sensación de estar en falta, siempre, de hacer las cosas mal, no importaba cuáles fueran las cosas. Con su estructura firme e impoluta lo marcaba con el estigma del permanente error. No dejaba pasar oportunidad de hacerle notar, con afabilidad y altura, su innegable inutilidad. Ella era una porcelana china y el una berretada, una baratija. Ella lo llamaba rumbo errado, él aceptaba el nombre, el destino que le imponía ese nombre, la creía en lo cierto. Rumbo errado la adoraba, con la certeza triste de ensuciar la blancura de su ídolo con sus efluvios amorosos. Ella se desenvolvía siempre bien, su conducta era intachable; él siempre mal, insalvable. Se escribieron cartas, no podían hablarse. Se escribieron seis o siete cartas, no más. Las de ella eran perfumadas, de letra firme y redonda, prolijas, indudables. El escribía esquelas, y en el afán de mejorarlas terminaban tachonadas, con borraduras que agujereaban la hoja. Él se esforzaba, ella suspiraba y desviaba la vista. Ese intercambio epistolar conseguía solo diferenciarlos más. Ella lo miraba con ojos azules, aunque no eran azules sus ojos, se volvían azul gélido para mirarlo a él. Él se sometía al juicio azul de su mirada marrón, a sus ojos reprobatorios, correctivos. Porcelana china y rumbo errado se conocieron en un trasatlántico, compartieron un viaje desde el lejano oriente. Compartieron el camarote. Un contenedor de artículos importados. Llegaron a tierra. Sus caminos se bifurcaron. Porcelana ahora luce, esbelta, sobre una carpeta de macramé de un blanco impoluto como ella, en un rincón de luz amarillenta y amable de un departamento en Avenida Libertador y Billinghurst, propiedad de la viuda de un militar de alto rango. En escasas ocasiones, se aburre. Rumbo errado vive en un escaparate de Once, entre un par de castañuelas color fucsia y un banderín de Bánfield. Algunas veces baila flamenco, otras conversa de fútbol. A veces también se recuerdan, ambos. Pero como si hubiesen soñado.

Nuevamente Bruno Schulz.

Desde que puedo salir a la calle siento un gran alivio. ¡Más durante cuanto tiempo no he abandonado mi habitación! Fueron amargos meses y años. No sé explicar el hecho de que ésta sea mi habitación de la infancia, el último cuarto desde el porche, visitada ya en aquellos tiempos con poca frecuencia y siempre olvidada, como si no perteneciera a la casa. No recuerdo como llegué hasta ella. Me parece que fue una noche clara, una noche sin luna, una noche blanca y diluida. En el resplandor gris distinguía cada detalle. La cama estaba deshecha como si alguien acabara de dejarla; escuchaba en el silencio la respiración de los durmientes. ¿Quién podía respirar? Desde entonces vivo en este lugar. Estoy aquí desde hace años y me aburro. ¡Si hubiera pensado a tiempo en hacer provisiones! Vosotros que aún podéis, que tenéis tiempo para ello: abasteceos, ahorrad la semilla buena y nutritiva, el dulce trigo, porque llegará el gran invierno, vendrán años flacos y famélicos y la tierra de Egipto no dará sus frutos. Desgraciadamente no fui un roedor previsor; vivía al día como un ratón despreocupado, sin pensar en el futuro, confiando en mi instinto de hambriento. Como él, me decía: ¿qué puede hacerme el hambre? En el peor de los casos roería la madera o desmenuzaría el papel en diminutas hojitas. El animal más pobre, el ratón gris de la iglesia –al final del libro de la creación- vive de la nada. Aquí estoy viviendo de la nada en esta habitación muerta. Pego las orejas a la madera: quizá oiga el ronroneo de un gusano. Un silencio de tumba. Solo yo, ratón inmortal, susurro en la habitación sin vida y recorro infinitamente la mesa, el estante, las sillas. Me deslizo, parecido a la tía Tecla, en su largo vestido gris, ágil, rápido y pequeño, arrastrando por detrás mi rabo, frotando el suelo. Ahora, en pleno día, estoy sentado sobre la mesa, inmóvil, casi disecado; mis ojos, como dos botones salen fueran de sus órbitas y brillan. Sólo el hocico se mueve, apenas perceptible, cuando mastico por costumbre diminutos pedazos. Todo ello, por supuesto, hay que interpretarlo metafóricamente. Soy un jubilado y no un ratón. Una de las características de mi existencia es que se nutre de metáforas y se deja arrastrar por la primera que surge. Al introducirme demasiado en ellas, me cuesta volver a controlar mi espíritu. ¿Qué aspecto tengo? A veces me contemplo en el espejo. ¡Espectáculo extraño, ridículo y doloroso! Nunca me veo de frente, cara a cara. Un poco más al fondo, más lejos, me detengo allí, en el reflejo, de lado, de perfil; permanezco así, sumido en mis pensamientos, y miro de reojo detrás mío. Nuestras miradas dejaron de encontrarse. Cuando me muevo el se mueve también dándome la espalda como si ignorase mi presencia, como si hubiese franqueado muchos espejos y no pudiera ya volver. La pena aprieta mi corazón cuando lo veo, tan ajeno e indiferente. ¡Eres tú, quisiera gritar, tú fuiste mi reflejo fiel, me acompañaste durante años y ahora no me reconoces! ¡Por Dios! Extraño, con la mirada desvaída, permaneces y pareces escuchar algo, esperar una palabra más de allí, del abismo vítreo, obedeces a otros, esperas sus órdenes. Sentado en la mesa hojeo los viejos, amarillentos apuntes universitarios, mi única lectura. Observo el visillo mortecino, quemado por el sol, y veo como se infla con el frío soplo que viene de la ventana. En esa cornisa podría hacer gimnasia. ¡Que fácil resulta dar volteretas en este aire tan aséptico y tantas veces consumido! Casi negligentemente se efectúa un elástico salto mortal; fríamente, sin pensarlo interiormente, como algo puramente especulativo. Y cuando estás así, haciendo equilibrio con los dedos de los pies, tocando el techo con la cabeza, uno tiene la impresión de que, en esta altura, hace un poco más de calor, que el aura es más suave. Desde mi niñez, me gusta mirar la habitación con la perspectiva de un pájaro. Estoy sentado y agudizo el oído en el silencio. El cuarto está simplemente blanqueado de cal. De vez en cuando, estalla en el techo blanco una pata de gallo, una fisura, a veces un pétalo de revoque se desliza con un ligero chirriar. ¿He de confesar que mi habitación está amenazada? ¿Cómo? ¿Amurada? ¿Cómo podría abandonarla? Eso es; no hay obstáculos para una voluntad firme, nada puede oponerse a esa gran ansia. Únicamente tengo que imaginarme la puerta, una buena y vieja puerta como la de la cocina de mi niñez, con un picaporte de hierro y un pistillo. No hay habitación amurada que no pueda ser abierta con tal puerta; sólo hace falta la fuerza de la imaginación para insinuarlo.
“Soledad” - SANATORIO BAJO LA CLEPSIDRA de Bruno Schulz.

Bruno Schulz. Galería de dibujos.

martes, 25 de septiembre de 2007

Acostumbrarse a vivir sin saber cuándo. Esa es la clave. Acostumbrarse a vivir sin esperar nada - ni la muerte... si fuera posible.

Actuar es insalubre

Estaba de perfecto humor. Fui al cine con un amigo, tomamos un café exquisito después de la función, nos reímos, podría decirse que pasamos un buen momento, cariñoso. Tengo que estudiar. Vuelvo a casa. Tengo que estudiar un texto. Un texto que me lleva directo a la oscuridad. A conversar con la desesperación. A lo que quería evitar. “Impossible, my lord, impossible” -grita alguien del más allá. Imposible evitarlo. Si querés actuar tenés que conectar con eso, con la tristeza, con la muerte, con la desesperanza, con el vacío, con el sin sentido, con el abismo de la sexualidad frente a alguien, con el desencuentro, con el dolor. Si no lo hicieras ¿qué te daría derecho a pararte frente a otros y demandar que te miren?, ¿mostrar lo que cualquiera hace en un bar, después de un cine? No hablo de la pajereada (disculpen la procacidad de la expresión, pero pasé al malhumor) de “quedarse en el personaje”, o mitos semejantes. Digo mitos para nombrarlo con altura, por no decir boludeces, en criollo. Hablo de poner en juego algo personal, no biográfico, algo personal, con lo que conlleva dejarse ver, entregar, enchastrarse en lo que uno comprende de esos territorios que lastiman, revolcarse en ellos. Actuar versus representar. La vieja dicotomía. No sé, supongo que a los escritores les pasará algo similar. Pero los escritores son tan canutos con sus experiencias al escribir... No sé por qué comparo a los escritores. Estaré mitificando. ¿Qué pensarán los otros que actúan y los que escriben?
Bueno, me puse rabiosa. Reviso lo escrito y suavizo un poco. Además de eso, actuar también conecta a veces, con la alegría, el vértigo, el amor, el desenfreno, la emoción, la pasión. Claro que hay que tener ganas de transitar esos estados. ¡Pero! Hay que tener ganas de joder, con lo tranquilo que pudiéramos estar...

lunes, 24 de septiembre de 2007

solo brumas

Solo has nacido para ver. Mi madre siempre me decía que yo no veía más que brumas en la vida. Que extraía de la vida una bruma que me permitía atenuar – cuando a veces no distorsionar la realidad. Bruma, luz. La grande al fin. Donde ya nada que ver. Que decir. El logro de una tranquilidad. Aunque el ojo se cierre y se abra no verá más que bruma. Decía que ella a veces envidiaba la bruma como delgada telaraña que yo construía. No se si la palabra es colorear. Ella decía que estaba en mi naturaleza. La bruma colmaba mi vida. La inundaba siempre. Yo no la entendía. Por ejemplo: no sabía si me estaba elogiando o haciéndome una crítica feroz. Pienso ahora que tal vez la duda permitía algo, como soñar en mis brumas por un rato... tal vez. Pero la verdad es que nunca supe el verdadero significado de lo que mi madre me quería explicar.
SOLO BRUMAS, de Eduardo Pavlovsky.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Un momento, por favor.

Soy mi peor enemiga. Nadie me castiga tanto como yo, a mí.
Si no respondo a tiempo, sean amables y ténganme un poco de paciencia. Seguramente estoy manteniendo una conversación seria conmigo misma.
Y parece que estoy a punto de ponerme de acuerdo.
Gracias.

So happy together

Lindo obsequio de primavera.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Si pueden, vean esto. Es bárbaro.

septiembre a diciembre 2007
viernes 23:30hs
camarín de las musas mario bravo 960
interpréte y dirección Pablo Rotemberg
Fragmento de carta enviada por "esta Silvia" a su vecina Luci, quien la lee en compañía de su inseparable Nidia.
Silvia, Luci y Nidia: Tres damas de la novela Cae la noche tropical de Manuel Puig.
La carta es mucho más extensa, porta una mirada enternecedora y lúcida sobre los (muchas veces) melodramáticos escondrijos del alma femenina.
Luci: Usted estuvo hace un rato y hablamos del mexicano, del famoso Avilés. Yo le había prometido explicarle cómo eran los ojos de él, su mirar, y después no conseguí comunicarle nada. Tal vez me daba vergüenza decir ciertas cosas. Qué absurdo, no tengo nada que perder, estoy vencida, humillada, abandonada, a un punto ya casi intolerable. Menos mal que he dicho casi. Tal vez dentro de un rato sea intolerable y punto. Sin el casi. Si sucede la voy a llamar a usted, Luci. No tengo a otro que molestar. Le ha tocado ese ingrato papel, a usted, de la vecina paño de lágrimas. Pero es posible, Luci, que no la llame esta noche, puede ocurrir un milagro. Ya sabe cuál. Puede sonar el teléfono. Mi teléfono. Y yo correría a atender. Pero no voy a pedir un milagro. Algo menos que eso, por ejemplo poder describir los ojos de Avilés me aliviaría. Y para eso agarré papel y lápiz.
Pero no parece mi letra, Luci, estoy mal de veras, este pulso no es el mío, parece que las letras no tuviesen más el renglón imaginario sobre el que yo siempre supe apoyarlas... Es que he perdido algo fundamental. No veo por qué me voy a levantar mañana de la cama e iniciar el ritual de todos los días. Lavarme la cara, levantar el periódico del suelo...
Pero no le estoy siendo todo lo precisa que me propongo, sí hay algo que me gustaría todavía hacer en esta vida, y es explicarle lo que significaba la mirada de Avilés. Se lo prometí tantas veces. Déjeme concentrar un momento. Por ejemplo, yo entraba en la biblioteca de la universidad, dónde él estaba trabajando y él tenía otra mirada, porque estaba con algún libro entre las manos o con algún alumno exasperante, y de pronto al verme le cambiaban los ojos, sin pronunciar una palabra me estaba diciendo que me necesitaba y que yo era exactamente la persona que él había querido ver apareciendo por esa puerta enorme de la biblioteca. ¿Comprende?
Pero no estoy logrando explicarle nada específico, realmente. Ésa sería la misma mirada de un mendigo cuando usted se le acerca y le da una buena limosna. Era mucho más que eso. Aquella mirada corresponde a alguien que no se acuerda, o nunca supo, lo que es un dolo físico, o un recuerdo amargo. La mirada de alguien a quien se le olvidó todo lo malo de este mundo, o que se olvida en ese momento, porque está mirando a alguien que quiere, o mejor, más preciso, porque está mirando a alguien que le resuelve todo en la vida. No sé, en realidad quien se olvidaba de lo malo de este mundo cuando lo miraba era yo. Ése era mi sentimiento. Yo no le hacía olvidar nada, porque ya está comprobado que las cosas no terminaron bien. ¿Qué puedo saber yo sobre lo que él sentía al mirarme? Entonces volvamos a foja cero: la mirada de él, ¿cómo era? Yo le dije a usted que la mirada de Ferreira se le parecía, y es cierto, eso de chico perdido, un poco, no del todo, no perdido, apenas extraviado, y que ve aparecer a alguien que sabe el camino de vuelta a casa, y por eso se alegra, se tranquiliza, recupera la paz. Ferreira no llamó más, Luci. También eso es de chico, esa desconsideración, esa crueldad.
Pero lo estoy enredando todo. Imposible analizar, adivinar, lo que ellos dos sentían, tanto uno como el otro, cuando me miraban y me hacían creer esa fábula. Luci, me hacían creer que yo aparecía y se les acababan todos los problemas. Está visto que no se les acababan, o que yo les creaba una nueva serie de otros tantos, insolubles también. Nueva serie de problemas que con dejar de verme se solucionaban instantáneamente. O no. Luci, no sé cual fue mi error, traté de ayudarlos, a los dos, de darles soluciones, no dolores de cabeza. No pedí mucho. Que me vieran. En mis horas libres, que no eran tantas. Horas buenas para el encuentro de gente ocupada como éramos, a la noche. Ideal.
¿En qué erré? Luci, yo creo que usted va a estar de acuerdo conmigo. Sí, yo lo veo tan claro, en este preciso momento. Les dejé ver mi desesperación. Les dejé ver que a mis cuarenta y seis años no había logrado más que aumentar mi vulnerabilidad de siempre. He trabajado tanto, he estudiado tanto, me he esforzado tanto para que las cosas marchen (?). He viajado, he tratado de adaptarme a diferentes países, los he estudiado, los he aprendido a querer tanto como a mi propia Argentina. Y no he conseguido más que esto, depender de un llamado telefónico para poder seguir respirando...
La carta continúa, mucho más.
Comentarios posteriores de Luci y Nidia. Conclusiones provisorias, también muy femeninas.
Luci: A ella ahora le vino un ataque de odio contra él, por desconsiderado. Y tiene razón, porque a nadie se la trata así, ignorarla como a un perro.
Nidia: Luci, yo a él lo defiendo y lo seguiré defendiendo siempre. Fue ella la que insistió en la relación. Fue ella la que lo llevó a tomar el cafecito, ella que después lo buscó y revolvió cielo y tierra hasta que lo encontró. Fue ella que lo llevó engañado a ese hotel, diciendo que todo era gratis. No fue él quien vino a ilusionarla y prometerle cosas.
Luci: Tenés razón, Nidia... Y, vos te acordarás, cuando una tiene esa gran juventud adentro, esa salud, dan ganas de acercarse a una persona que te gusta. Eso es todo, el tipo le gustó y basta, las razones andá a saber, pero ella sintió esas ganas de saber de él, quién era, qué cosas le gustaban.
Un bombón Cae la noche tropical.

Aparentes, falsas contradicciones

Miro hacia el pozo negro.
Lo veo: negro, profundo.
Me asomo y salto. Por compulsión, por ternura, por amor al vértigo, por cariño bobo, por cariño al pozo.
Paralelamente asumo que soy feliz. Hoy, al menos, soy feliz.
Nado. Hago la plancha.

lunes, 17 de septiembre de 2007

No escribo poesía, no sé hacerlo ni sabré hacerlo nunca, no me importa. Mi alfabeto es de gestos, de acciones, de contradicciones, de brazos extendidos. Lluevo palabras que rebotan contra un espejo que me desfigura, que no refleja mi imagen, que proyecta su lectura apresurada e inconclusa, que me cristaliza en ella. Me visto de violeta, que es el color del luto, y oigo la lluvia que choca en mi ventana, mojando una cala que espera el regreso del sol para abrir su corola. El sol, cegador, cegado.

Timeless Nina Hagen - Naturträne 1979

gracias por Valeria!! yo te dedico a Araceli con todo mi amor lorenzo

sábado, 15 de septiembre de 2007

Tres de Liliana Maresca

A veces quisiera vivir con vos este vacío
Nuestro vacío de haber perdido la ilusión del amor
Tu cabeza en mi pecho
Mi cabeza en tu corazón
Pedirnos perdón por no poder
Por no saber
Por no tener
Amor
Por ser tan miserables los dos con lo poco que tenemos
Y retaceamos por temor
Y somos como Hansel y Gretel: dos niños perdidos
Internados en la oscuridad de nuestros propios bosques
Rodeados de ruidos siniestros y alimañas
Dejando rastros de miga de pan que se comerán los pájaros
Solos. Condenados. Mudos
*******
Fuera
Quiero que te retires de mi persona
Me hacés daño
No quiero cosas para castigarnos
Quiero la sonrisa linda
La picardía
El consejo
Y el abrazo
Esa terminalidad sin comienzo
Ese tránsito a la nada
Ese vértigo
La vida
*******
Quiero llenar el vacío
Ahora lleno el pozo negro de melancolía
¿Podré llenarlo de alegría?
¿Podré encontrar flores en el bosque?
¿Podré tener esperanza?
¿Podré volver a creer por décima vez?
¿Podré perdonar setenta veces siete?????
¿Podré renacer de estas cenizas?

viernes, 14 de septiembre de 2007

Marosa Di Giorgio. Siempre salgo.

Nos encontramos en el manzano. Era una noche cerrada, oscura. Me dijo:¿Paseas? Contesté: Siempre salgo. El dijo: Yo también, siempre salgo. Pero en ese momento, irrumpió la luna. Con todos sus tules. Y una llaga, como si hubiese sido violada dentro del traje de novia. -¿Qué tiene la luna? - No sé. A la enorme luz, se vio que yo estaba absolutamente desnuda; sólo con las trenzas múltiples, larguísimas.
El traje de él era augusto y deslumbrante. Como el de un guerrero. Como el de un clavel.

Antonin Artaud. El teatro de la crueldad.

Antonin Artaud nació y se educó en Marsella.Entra en contacto con el movimiento Surrealista a través del poeta Max Jacob.Su carrera como actor comienza el mismo año que ingresa al movimiento Surrealista, esto es en el año 1920, a la edad de 24 años. La actuación para Artaud, tiene algo de trascendental y sagrado, tal vez, esto es lo que lo llevó a elaborar una teoría sobre el teatro. Su teoría la denominó "teatro de la crueldad". Artaud fallece en un asilo para enfermos mentales a la edad de 55 años y en singulares condiciones, sentado en la esquina de su cama y en soledad.El primer manifiesto de El Teatro de la Crueldad se publica el año 1932 .La base del El teatro y su doble, es la crítica que le hace a la cultura occidental, que la ve desprovista de valores, que no se asemeja a lo que realmente es el hombre por naturaleza, que impone pensamientos, que tiraniza. El hombre civilizado, es un hombre que la cultura ha drogado para lograr su bienestar, pero se ha equivocado. Su narcótico es la palabra, el lenguaje. El teatro entonces, consiste en ser una especie de terapia, para quitar el efecto de esta droga; debe ser la ayuda para liberar al hombre. El teatro Occidental emplea la palabra para representar aspectos de la vida cotidiana, conflictos psicológicos. De esta forma, no presta ninguna utilidad para resolver estos conflictos, estos aspectos de la vida, solo se vuelve a pensarlos. Los conflictos morales no necesitan de la escena para ser resueltos. El teatro entonces, debe emplear la palabra, debe prestar un servicio, debe considerarla como herramienta, para conseguir despertar al hombre; para hacer que se desligue de toda norma moral y lógica, que el pensamiento quede en completa anarquía. La forma de hacer reaccionar el hombre es el lenguaje con carácter cruel; el teatro debe desarrollarse en el peligro. Debe utilizar la palabra como un medio para perturbar las cosas, para causar conmoción en el ambiente y en la parte del alma humana que es anárquica. Artaud, cree que la verdadera idea de teatro está extraviada, cree necesario una transformación del teatro; éste debe ser fuerte, valiente, que sea capaz de soportar el ambiente de angustia y de catástrofe que se respira; que sea capaz de calar en el pensamiento del hombre de forma profunda, que toque el alma inestable de la época. Según esta teoría, el teatro debe estar dirigido a los sentidos más que al pensamiento. Debe agitar masas, debe perturbar, mediante la utilización de temas como el amor, el crimen, la guerra, la locura, etc. Utilizar la crueldad como una mordedura para el corazón y los sentidos. Esto producirá imágenes que se confundirán con los sueños. Los sueños afectan nuestra realidad, por lo tanto luego de presenciar este tipo de obra teatral, los pensamientos y sensaciones que surjan de ella, intervendrá en nuestra vida; este método sólo podrá ser eficaz si se aplica violencia precisa. El hombre está desvanecido y hay que reanimarlo, como con una especie de electroshok. Los sueños sólo se podrán reconocer por medio de la crueldad y el temor. El teatro sigue siendo el único arte donde el público voluntariamente habilita un otro tiempo. Es el público el que decide, en la sala, no interrumpir a los actores, permitir el desarrollo de las acciones. En la medida en que comprende que forma parte de un hecho real que está ocurriendo, asume el riesgo de caer, aunque no sea más que por un instante, en la representación de sí mismo, es decir, en la toma de conciencia del carácter ficticio de su realidad.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Recuerdos

A veces me vienen a la cabeza retazos de canciones, poemas, frases o textos leídos mucho tiempo atrás. Algo o alguien me trae la imágen, produce la asociación y se despliega así el puente sutil entre el archivo de la memoria y el presente.
Recién, no de manera arbitraria, me asaltó esta frase:
"La crueldad deliberada es, a mi entender, lo único imperdonable en este mundo."
de Blanche Dubois.

Dó?

Resplandecer, reverdecer, renovar, revivir, refinar, renacer, resurgir. Recular. Revisar. Reconocer. No hay. Ahí NO HAY. Retirar.
Revivir, refinar, renacer, resurgir, renovar, reverdecer, resplandecer.
Estupideces.
Seguid con mi, yo no quiero.

lunes, 10 de septiembre de 2007

del romancero popular

¿por qué? ¿para qué?, ¿por qué? ¿para qué?, ¿por qué? ¿para qué?
por capricho, para nada
encuentro de ciegos
golpes de bastones blancos
Anónimo

Vincent. Pensar la pintura para pensar la actuación.

Mi gran deseo es aprender a hacer deformaciones o inexactitudes o mutaciones de lo verdadero; mi deseo es que salgan, si es necesario, hasta mentiras, pero mentiras que sean más verdaderas que la verdad literal. Vincent Van Gogh

sábado, 8 de septiembre de 2007

Witkiewicz

Una amiga de Witkacy. Al pie, como en todos sus cuadros, figuran la fecha de la obra, su nombre y los estímulantes o narcóticos que pueden haber afectado su estado de ánimo al realizar el trabajo. (En algunos cita fórmulas, por ejemplo: alcohol+cocaína o peyote+tabaco+alcohol)
¡Qué aparato! Pero escribía y pintaba muy bien.

Susana Thenon. Canto nupcial (título provisorio).

me he casado
me he casado conmigo
me he dado el sí
un sí que tardó años en llegar
años de sufrimientos indecibles
de llorar con la lluvia
de encerrarme en la pieza
porque yo -el gran amor de mi existencia-
no me llamaba
no me escribía
no me visitaba
y a veces cuando juntaba yo el coraje de llamarme
para decirme: hola ¿estoy bien?
yo me hacía negar
llegué incluso a escribirme en una lista de clavos
a los que no quería conectarme
porque daban la lata
porque me perseguían
porque me acorralaban
porque me reventaban
al final ni disimulaba yo
cuando yo me requería
me daba a entender
finamente
que me tenía podrida
y una vez dejé de llamarme
y dejé de llamarme
y pasó tanto tiempo que me extrañé
entonces dije
¿cuánto hace que no me llamo?
añares
debe de hacer añares
y me llamé y atendí yo y no podía creerlo
porque aunque parezca mentira
no había cicatrizado
solo me había ido en sangre
entonces me dije: hola ¿soy yo?
soy yo, my life, y añadí:
hace muchísimo que no sabemos nada
yo de mí ni mí de yo
¿quiero venir a casa?
sí, dije yo
y volvimos a encontrarnos
con paz
yo me sentía bien junto conmigo
igual que yo
que me sentía bien junto conmigo
y así
de un día para el otro
me casé y me casé
y estoy junto
y ni la muerte puede separarme

miércoles, 5 de septiembre de 2007

César Vallejo

"... Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no daría luz y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente."
de "Los heraldos negros", de Vallejo, en uno de esos días en que uno no debería haber salido de su agujero.

martes, 4 de septiembre de 2007

Agudo. (De escritores sin palabras escritas.)

Gombrowicz en una corta diatriba publicada con el título "Contra los poetas" se despacha, sin perder altura por cierto, en contra del mundo cerrado, viciado, aburrido de la poesía y de los "poetas" que escriben para "otros poetas", entre otras observaciones críticas sobre el tema. La misma publicación cuenta que al finalizar la disertación, frente a un amplio público, en su mayoría poetas, uno de ellos se puso de pie y recitó un poema con gran afectación. Cuando hubo finalizado Witoldo dijo "Gracias por ilustrar esta conferencia", y se retiró.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Jean Paul Sartre. Drenar: pensamientos, sangre, palabras, algo de lo personal, sempiterno ¡ah, la existencia!

"Es necesario que el hombre se encuentre a sí mismo y se convenza de que nada puede salvarlo de sí mismo así sea una prueba valedera de la existencia de Dios".
“Me levanto sobresaltado; si por lo menos pudiera dejar de pensar, ya sería mejor. Los pensamientos son lo más insulso que hay. Más insulso aún que la carne. Son una cosa que se estira interminablemente, y dejan un gusto raro. Y además, dentro de los pensamientos están las palabras, las palabras inconclusas, las frases esbozadas que retornan sin interrupción: ”Tengo que termi… yo ex … Muerto … M de Roll … ha muerto…No soy… Yo ex…” Sigue, sigue, y no termina nunca. Es peor que lo otro, porque me siento responsable y cómplice. Por ejemplo, yo alimento esta especie de rumia dolorosa: existo. Yo. El cuerpo, una vez que ha empezado, vive solo. Pero soy yo quien continúa, quien desenvuelve el pensamiento. Existo. Pienso que existo. ¡Oh, que larga serpentina es esa sensación de existir! Y la desenvuelvo despacito… ¡Si pudiera dejar de pensar! Intento, lo consigo: me parece que la cabeza se me llena de humo… y vuelve a empezar: “Humo... no pensar... No quiero pensar. No tengo que pensar que no quiero pensar. Porque es un pensamiento”. ¿Entonces no se acabará nunca? Yo soy mi pensamiento, por eso no puedo detenerme. Existo porque pienso… y no puedo dejar de pensar. En este mismo momento -es atroz - si existo es porque me horroriza existir. Yo, yo me saco de la nada a la que aspiro; el odio, el asco de existir son otras tantas maneras de hacerme existir, de hundirme en la existencia. Los pensamientos nacen a mis espaldas, como un vértigo, los siento nacer detrás de mi cabeza..., si cedo se situarán aquí delante, entre mis ojos, y si sigo cediendo, y el pensamiento crece, crece, y ahora, inmenso, me llena por entero y renueva mi existencia. Mi saliva está azucarada, mi cuerpo tibio; me siento insulso. Mi cortaplumas está sobre la mesa. Lo abro. ¿Por qué no? De todos modos, así introduciría algún cambio. Apoyo la mano izquierda en el anotador y me asesto un buen navajazo en la palma. El movimiento fue demasiado nervioso; la hoja se ha deslizado, la herida es superficial. Sangra. ¿Y qué? ¿Qué es lo que ha cambiado? Sin embargo, miro con satisfacción en la hoja blanca, a través de las líneas que tracé hace un rato, ese charquito de sangre que por fin ha cesado de ser yo. Cuatro líneas en una hoja blanca, una mancha de sangre: es un hermoso recuerdo. Tendré que escribir encima: “Ese día renuncié a escribir un libro sobre el marqués de Rollebon”. ¿Me curaré la mano? Vacilo. Miro el ligero fluir monótono de la sangre. Justamente ahora se coagula. Se acabó. Mi piel parece enmohecida alrededor del tajo. Debajo de la piel sólo queda una pequeña sensación semejante a las otras, quizá más insulsa todavía. Dan las cinco y media. Me levanto, la camisa fría se me pega a la carne. Salgo. ¿Por qué? Bueno, porque tampoco tengo razones para no hacerlo. Aunque me quede, aunque me acurruque en silencio en un rincón, no me olvidaré. Estaré allí, pesaré sobre el piso. SOY.”
de "La náusea".

sábado, 1 de septiembre de 2007

Tranquilizador

Hoy un amigo contaba una anécdota de su infancia. Decía que conoció un gigante, en Córdoba, que ayudaba a los chicos a subirse a los árboles (y a él también, por supuesto.) La historia era simpática y tierna, era más larga, pero no viene al caso. Yo me distraje en otra escena. En la misma mesa de bar había otro individuo que escuchaba con atención, y que me intimidaba un poco por su inteligencia (le había escuchado algunas agudezas). Cuando terminó el cuento susurré por lo bajo que algo de lo relatado me hacía acordar a algo que no podía identificar del todo en mi memoria. El intimidante hombre, que no sé cómo escuchó mi susurro, ya que había sido muy bajo y en dirección opuesta a donde el estaba, me dijo "Gulliver". Yo dije "No, no creo que sea tan obvio, me parece que es más sofisticado". Levantó su hombro derecho, frunció los labios y de manera muy tranqulizadora agregó "¿Por qué no? ¿Para qué sofisticado? No está mal pensar en Gulliver."
Me quedé contenta, creo que no era de Gulliver el recuerdo confuso, pero no importaba.