domingo, 24 de agosto de 2008

etiqueta negra

cerrando el domingo con un poco de r'n'roll

Sartre (me rompe la cabeza, cada vez)

  • El hombre se encuentra sin apoyo posible, no tiene ningún tipo de orientación, elige sobre la nada y elige en todo momento: "Soy libre: no me queda ninguna razón para vivir, todas las que probé aflojaron y ya no puedo imaginar otras. Todavía soy bastante joven, todavía tengo fuerzas bastantes para volver a empezar. ¿Pero qué es lo que hay que volver a empezar? Sólo ahora comprendo cuánto había contado con Anny para salvarme, en lo más fuerte de mis terrores, de mis náuseas. Mi pasado ha muerto. Estoy solo en esta calle blanca bordeada de jardines. Solo y libre. Pero esta libertad se parece un poco a la muerte"
  • La angustia no es algo que le venga al hombre desde el exterior, sino que surge desde su interioridad, es decir, de la consecuencia de tener que elegir. Es el precio de su libertad, es la amargura de encontrarse solo ante sí mismo y tener que elegir sin ninguna ayuda, referencia o norma exterior.
  • En cada momento de su vida el hombre es responsable, da respuestas de sí, de lo que elige y, de ahí su condición de responsabilidad histórica. Lo que define al hombre en libertad es su condición de angustia, ya que esta lo hace encontrarse solo teniendo que decidir por el mismo los límites de la realidad en una situación concreta, cerrada, frente a otras posibilidades. La angustia, por lo tanto, es el modo de ser inmanente para la conciencia que está condenada a elegir. Toda conducta de huida, de mala fe constituyen una mentira que el hombre se hace a sí mismo a fin de eludir su propia responsabilidad de tener que elegir: "El hombre está abandonado porque no encuentra fuera de sí mismo una posibilidad de aferrarse. No encuentra ante todo excusas".
  • El ser para sí es el ser humano en cuanto tal. El hombre es conciencia, angustia y libertad absoluta. Sartre lo define como "lo que llega a ser", el hombre se hace a sí mismo y esto depende de él, de su propia elección, de su libertad; el hombre es siempre un proyecto inacabado; el hombre será lo que haya proyectado ser y de ahí su responsabilidad humana y su angustia.
  • La mayor parte de los hombres huyen de su angustia, el autor dice hay que animarse a la soledad, al vértigo del autoconocimiento. El que rechaza la angustia niega la libertad y se refugia en mitos tranquilizadores, en la seguridad de las normas para engañarse.
  • El ser para otro hace referencia a las relaciones con los demás: "(...) en el fondo los otros son aquello que hay de más importante en nosotros mismos para nuestro propio conocimiento de nosotros mismos. (...) Nos juzgamos con los elementos que los otros ya tienen de nosotros y que nos han cedido para que nos juzguemos. Lo que yo diga de mí siempre contiene el juicio del otro. Lo que yo siento de mí está viciado del juicio de los demás. Lo cual quiere decir que si establezco mal las relaciones me coloco en total dependencia con respecto a los demás. Y entonces estoy efectivamente en el infierno."
  • La presencia del otro trastorna no sólo mi existencia, sino también en mi universo, me roba mi mundo porque le confiere la libertad que él escoge. "El infierno siempre son los otros".
Alguien insiste ininterrumpidamente en silbarme al oído.

Navajas IV (las caras de una misma desgracia)

Anoche dolía el corazón y el cuerpo. Solo pude llorar unos segundos en sus brazos fugaces, y bastante más tarde, unas horas, cuando estuve sola.
Amigos amados me acompañan, alabados sean, pero sus brazos generosos no pueden calmar la necesidad de aquellos otros, los que huyen. Solo en ellos quiero aflojarme y soltar la pena. (Recuerdo aquello de El Hacedor que con belleza dice: Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo amor desfallecía Matilde Urbach.)
**.
Es una desgracia para mí.
También para él ha de serlo, debe sentir insoportable el peso de saberse necesitado.
La desgracia es la misma, a mí me sale cara, y al rubio cruz.
***
(Navajas está adquiriendo el rango de etiqueta, ya el 29 de abril nacía la saga sin una etiqueta personalizada. Me contengo de agregarla por temor a que se perpetúe, mejor sigo con tonteras, que es más amplio y menos trágico).

viernes, 22 de agosto de 2008

Adelia Prado

***
INSTANCIA
Yo cometí pecados,
por palabras, por actos, omisiones.
Por ellos me confieso a Dios,
a la Vírgen María, a los santos,
a San Miguel Arcángel
y a ustedes, hermanos.
La tan criticable tristeza
y su divisible ser
pelean por abrocharme
su collar de desesperación.
Pero yo pido perdón:
a Dios y a ustedes, hermanos.
Y mi pecho está desnudo como cuando nací;
en pañales de alegría me arropó mi madre,
besó mi carne tan frágil,
en mi boca mentirosa exprimió su leche
por eso he sobrevivido.
Ahora ustedes, hermanos, perdónenme,
por mi madre que ya se ha ido.
Por Dios al que no veo, perdónenme.
***
CORRIDITO
El amor quiere abrazar y no puede.
La multitud alrededor,
con sus ojos que espían,
pone trozos de vidrio en el muro
para que el amor desista.
El amor usa el correo,
el correo bromea,
la carta no llega,
el amor termina sin saber si es o no es.
El amor sube a caballo,
desembarca del tren,
llega a la puerta cansado
de tanto caminar a pie.
Dice la palabra azucena,
pide agua, bebe café,
duerme en su presencia,
chupa caramelo de menta.
Todo maña, truco, ingenio:
Si te descuidas el amor te toma,
te come, te moja todo.
Pero agua el amor no es.
***
FLORES
La buena noche abrió sus flores grandes,
que parecen una pollera blanca.
Si yo tocara el piano ellas bailarían.
Es tan bueno el mundo así, con ellas,
que ni me desprecio por querer un marido.
Perfuman la noche.
La gaita de un niño que nunca murió
toca erradito y dulce.
Yo cumplo alegremente mis obligaciones parroquiales
y no me canso de esperar;
pero hoy, pero mañana, cualquier cosa espléndida puede suceder:
las cinco llagas, el plato volador, el poeta con su caballo,
relinchando en mi puerta.
Deseaba tanto recibir la bendición de padre y madre,
juntar unos píos, unas briznas de tarde,
un balanceo de todo lo que se hamaca en el viento
y tocar una flauta. Es tan delicioso
que ni me importa que Dios no me conceda
ser bonita y joven
(uno de los deseos más hondos de mi alma).
"El espíritu de Dios caminaba sobre las aguas..."
Sobre el mío, caminan estas flores
y soy más fuerte que el tiempo.

domingo, 17 de agosto de 2008

por lo sano

Me duele una muela. Me esfuerzo sobremanera para arrancarme un amor equivocado. Me como unos fideos con un tercio de salsatti fría. Me tomo unas copas de vino. Me cruzo de piernas en el piso, respiro hondo, cierro los ojos para relajar pero Bruno salta sobre mis hombros y muerde mi espalda: es punk, no acompaña mi noche melancólica de domingo.
Vuelvo a pensar en mi amor equivocado, en arrancarlo, en arrancar el dolor, en lo equivocado, en mi equivocación de amor.
Me vuelve a doler la muela.
Me siento miserable, y sumo la conciencia de la miserabilidad de mis estúpidos sufrimientos, en sus burgueses y neuróticos contornos.
¿Un "amor equivocado" y mis fideos con salsa e intentar meditar siendo archi occidental y mis copas de vino?
Bruno entiende más de lo que creo.
Voy al baño, ato una soguita entre el picaporte y mi muela: la arranco. Sangra. Ya parará.
***.

Presentación en sociedad virtual. Con ustedes: Bruno Schulz.

Antiprímula crucificada

Witold Gombrowicz y Juan Carlos Gómez
Debo aceptar que la desmesura está en mi naturaleza, y que hasta en la distancia es percibida, quienes me conocen en profundidad saben que mi ser "temperamental" es una forma que a veces padezco, otras me perjudica pero también me evita otra forma no menos despreciable como el rencor. Digo, hago, no guardo, no almaceno cosas que después se pudren. No está bien ni mal, son formas. Tiene sus pro y sus contras.
De un tiempo a esta parte recibo las circulares del club Gombrowiczidas, que son escritas todas por Juan Carlos Gómez (el "Goma" amigo de Witoldo), y que leo con entusiasmo. En otra oportunidad (ver aquí) mencioné la existencia del mencionado club fundado por Gómez.
Esta vez (y acá todo se une), me tocó en suerte ser escrutada por el presidente del club. Su bello escrito comienza hablando de "Juana, la loca". Creo que recibirlo es uno de los pro mencionados. Si bien dudo si se trata de un halago o de una crítica feroz, elijo lo primero porque siendo católica como Juana me expongo a menudo a ser crucificada. (También puedo velar por años a algún Felipe, claro. No tengo más coincidencias con una reina).
Aquí va lo recibido, inaugura una nueva etiqueta, Gombrowiczidas por Juan Carlos Gómez:
GOMBROWICZIDAS LA CRUCIFICADA "Juana la Loca" era hija de los reyes católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, que le habían dado a España la unificación total: unidad religiosa, unidad territorial y política, fue heredera de un imperio en el que jamás se ponía el Sol. Bellísima, inteligente y bien dotada para la música, Juana de Aragón y Castilla, segunda hija de los reyes católicos de España, pasó a la historia con el impiadoso apelativo de "Juana la Loca". Se lo ganó después de actos tan desmesurados como velar por espacio de diecinueve años el cadáver de "Felipe el Hermoso", su marido. Para los historiadores, el de ella no era un desequilibrio cualquiera: tuvo origen en un gran amor que ciertas circunstancias transformaron en locura. Esta referencia a "Juana la Loca" es una buena introducción a relatos sobre algunas de las aventuras que corrió Gombrowicz en las que la locura y la heráldica aparecen como personajes. La locura era un asunto que preocupaba realmente a Gombrowicz, la sangre enfermiza de los Kotkowski que había heredado de su madre pesaba sobre él como una amenaza de posibles perturbaciones psíquicas. Ese temor fue más intenso en los años en que su imaginación estaba desbocada y oscilaba entre la neurosis y la psicosis. La neurosis estaba radicada en la zona consciente de sus complejos a los que transformaba en un valor cultural escribiendo. La esfera de la psicosis le ocultaba, en cambio, sus trastornos psíquicos y el control era menor. Como a Gombrowicz le gustaba experimentar en la vida de todos los días armaba numeritos teatrales con la heráldica y con la locura. En una pensión distinguida, en la que se alojaba gente del mejor tono de la aristocracia, aterrizó un señor de apellido desconocido con unas maletas espléndidas y un traje sport deslumbrante. El hombre se equivocó, confundió la pensión, pero como había una habitación disponible lo alojaron. Se presentó con entusiasmo manifestando vivos deseos de tomar parte en la conversación, pero la conversación no lo quería, a pesar de que todos intentaban ser amables con él. Era un mundo pequeño que tenía sus propios argumentos, sus parientes y un estilo propio de bromear y provocar. La reacción normal hubiera sido el aburrimiento o la indiferencia, pero ese forastero quedó encantado precisamente por el hecho de que no comprendía nada. El deslumbramiento por el secreto ajeno es bastante conocido, el pobre hombre vivía con la esperanza de que, finalmente, sería aceptado por los pensionados, pero cuando empezó a inmiscuirse en los asuntos del grupo fue rechazado. Gombrowicz, en su condición de escritor y oveja negra de ese pequeño círculo de gente respetable, se le acercó amistosamente y lo azuzó contra los demás, hasta que la situación alcanzó límites de locura y el miserable perdió la cabeza. Lo convenció de que su ropa y sus maletas eran demasiado nuevas, y de que ésa era la razón por la que lo trataban con malevolencia, como si fuera un advenedizo. Pasaron toda una tarde revolcando su vestuario en la basura y raspando sus maletas con un cuchillo para que parecieran viejos. En las vísperas de la guerra, cuando Europa estaba arrastrada por la vanguardia, el proletariado, el surrealismo, el social realismo, el ocaso de la burguesía y del feudalismo, Gombrowicz maniobraba en una mesa del café Ziemianska de Varsovia con su abolengo: –Mi abuela es prima de los Borbones españoles. Realizaba también actos de servidumbre, por ejemplo, le alcanzaba el azúcar a un poeta de clase social alta, y no al mejor poeta que era de familia pobre. Apoyaba la opinión de otro porque era de una familia de terratenientes: –La poesía es muy importante pero ante todo te aconsejo que no seas provinciano. Aparecían algunas protestas: –No, señores, el arte es un fenómeno esencialmente heráldico. Y así durante meses, años, con la imperturbable lógica del absurdo. Los otros chillaban y vociferaban pero, poco a poco, sucumbían; una ya decía que su abuelo era terrateniente, otro, que la hermana de su abuela era del campo, otro más empezaba a dibujar su blasón en la servilleta. "¿Socialismo? ¿Surrealismo? ¿Vanguardia? ¿Proletariado? ¿Poesía? ¿Arte? No. Un bosque de árboles genealógicos y nosotros a su sombra. Me dijo el poeta Broniewski: –¿Qué está haciendo? ¿Qué sabotaje es éste? ¡Usted ha logrado contagiar de heráldica hasta a los comunistas!" El Pibe Luz, uno de los integrantes de la barra del Rex, probablemente estimulado por las maniobras que realizaba Gombrowicz con los contertulios en las mesas de café, nos comunicó una noche que era pariente lejano de "Juana la Loca", a partir de entonces fue conocido por todos nosotros como "Juano el Loco". "Le ruego, Gómez, llámeme el martes (34-8792) porque quién sabe si no tendré para Vd. una proposición no carente del todo de interés. Me alegro de veras que no tendrán ya obligación de contestar a ésta y es por eso que la escribo, ya que no quisiera ponerlos en una situación molesta. A Dios, Gómez., a Dios, Alemán, a Dios, Cugat, Acevedo, Fernández, Pibe Luz etc. etc. a Dios" Sea como Pibe Luz o como "Juano el Loco", Gombrowicz tenía la costumbre de torturar a este ingeniero comunista, durante horas el pobre se defendía con una sonrisita crispada hasta que no aguantaba más y se iba. Sin alcanzar los niveles heráldicos y los estados de locura que caracterizaban algunas de las relaciones de Gombrowicz, yo también puedo poner sobre la mesa experiencias que rozan estos talantes aunque sean menos llamativas. La Crucificada estaba tomando la costumbre de publicar gombrowiczidas en su blog sin mencionar mi nombre. "Cuando publiqués gombrowiczidas tené la delicadeza de poner mi nombre, yo soy el autor ¿sabés? En caso contrario serás crucificada" "(...) Me arranco los clavos con los dientes y con las manos ensangrentadas ya lo retiro. Cuando recibí lo primero de Gombrowiczidas, fue citado en el blog con todos los datos pertinentes, no creí que fuera necesario citarlo cada vez. Los cuatro que han de visitar antiprímula saben de qué se trata. No obstante pido disculpas si resultó grosero o descortés no volver a mencionar su autoría. Me pareció bello ese escrito, no más. Mis respetos. Punto" En una de las imágenes que forman parte de este gombrowiczidas aparece la Crucificada actuando junto a Norman Briski en el "Doble Concierto". El grado de locura que debe tener una mujer representando el papel de la esposa de un pianista encarnado en el cuerpo de ese gran actor que es Norman Briski, no hace falta demostrarlo.

* Este post está dedicado a Juan Carlos Gómez, a Gombrowicz y a los que saben no crucificarme por mis excesos.

martes, 12 de agosto de 2008

volver a la poesía

aquí.
ella ama.
la tormenta.
dice amar.
la pasión.
de la tormenta.
lugar sin límite.
donde está.
su cuerpo.
tormenta.
quebrando.
el aire.
ser.
la furia misma.
que pasa.
y desaparece.
Silvina Sazunic, Hablar de la pasión, 1990.

jueves, 7 de agosto de 2008

Ana Ajmátova x 4

1. 3 de Réquiem
No, no soy yo, es otra la que sufre.
Yo no podría. Que ensombren
lo ocurrido negros velos
y retiren los faroles...
Noche.
**
2. Recuerdo de Nicolás Punin
Y aquel corazón tampoco responderá
a mi voz, a su alegría o aflicción despierta.
Todo terminó... Y mi canción resonará
donde ya nada queda de ti, en la noche desierta.
**
3. Sin título
Dijo que para mí no había competidora.
Que para él no era una mujer terrenal,
sino del sol invernal la luz consoladora
y el cantar silvestre de la tierra natal.
Que cuando muera no se pondrá a sufrir,
ni fuera de sí "resucita" a gritar,
sino de repente verá que no puede vivir
sin sol el cuerpo y el alma sin cantar.
... ¿Pero ahora qué?
**
4. Sin título
Ah, tú te creíste que yo soy del talante
que si en tu olvido me hallo,
me dejarías suplicando y sollozante
bajo los cascos del caballo bayo.
**
O que iría a pedir a la curandera
la raíz de aguas hechizantes
y que un terrible regalo te diera:
mi preferido pañuelo fragante.
**
Maldito seas. Ni con mirada ni gemir
voy a rozar tu alma condenada,
sino que te juro por el Angélico Jardín,
ante el milagroso ícono inclinada,
por nuestra ardiente embriaguez nocturna:
yo contigo jamás volveré nunca.

**

Ana Ajmátova, seudónimo de Anna Andreievna Gorenko, nació cerca de Odessa en 1889. Con veintitrés años publicó su primer libro de poemas. En 1934 su primer marido, el también poeta Gumilev, fue acusado de actividades cotrarrevolucionarias y murió fusilado. En 1938 Lev, su único hijo, fue encarcelado. Durante diecisiete meses, Ana Ajmátova hizo cola todas las mañanas ante la cárcel de Leningrado para tener noticias de él. De esta experiencia nacería uno de sus poemarios más hermosos: Réquiem, publicado el 1963, el mismo año en que se le concedió el Premio Internacinal de Literatura. Murió en Domodedovo, cerca de Moscú, en 1966.