jueves, 7 de agosto de 2008

Ana Ajmátova x 4

1. 3 de Réquiem
No, no soy yo, es otra la que sufre.
Yo no podría. Que ensombren
lo ocurrido negros velos
y retiren los faroles...
Noche.
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2. Recuerdo de Nicolás Punin
Y aquel corazón tampoco responderá
a mi voz, a su alegría o aflicción despierta.
Todo terminó... Y mi canción resonará
donde ya nada queda de ti, en la noche desierta.
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3. Sin título
Dijo que para mí no había competidora.
Que para él no era una mujer terrenal,
sino del sol invernal la luz consoladora
y el cantar silvestre de la tierra natal.
Que cuando muera no se pondrá a sufrir,
ni fuera de sí "resucita" a gritar,
sino de repente verá que no puede vivir
sin sol el cuerpo y el alma sin cantar.
... ¿Pero ahora qué?
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4. Sin título
Ah, tú te creíste que yo soy del talante
que si en tu olvido me hallo,
me dejarías suplicando y sollozante
bajo los cascos del caballo bayo.
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O que iría a pedir a la curandera
la raíz de aguas hechizantes
y que un terrible regalo te diera:
mi preferido pañuelo fragante.
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Maldito seas. Ni con mirada ni gemir
voy a rozar tu alma condenada,
sino que te juro por el Angélico Jardín,
ante el milagroso ícono inclinada,
por nuestra ardiente embriaguez nocturna:
yo contigo jamás volveré nunca.

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Ana Ajmátova, seudónimo de Anna Andreievna Gorenko, nació cerca de Odessa en 1889. Con veintitrés años publicó su primer libro de poemas. En 1934 su primer marido, el también poeta Gumilev, fue acusado de actividades cotrarrevolucionarias y murió fusilado. En 1938 Lev, su único hijo, fue encarcelado. Durante diecisiete meses, Ana Ajmátova hizo cola todas las mañanas ante la cárcel de Leningrado para tener noticias de él. De esta experiencia nacería uno de sus poemarios más hermosos: Réquiem, publicado el 1963, el mismo año en que se le concedió el Premio Internacinal de Literatura. Murió en Domodedovo, cerca de Moscú, en 1966.

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