viernes, 14 de septiembre de 2007

Marosa Di Giorgio. Siempre salgo.

Nos encontramos en el manzano. Era una noche cerrada, oscura. Me dijo:¿Paseas? Contesté: Siempre salgo. El dijo: Yo también, siempre salgo. Pero en ese momento, irrumpió la luna. Con todos sus tules. Y una llaga, como si hubiese sido violada dentro del traje de novia. -¿Qué tiene la luna? - No sé. A la enorme luz, se vio que yo estaba absolutamente desnuda; sólo con las trenzas múltiples, larguísimas.
El traje de él era augusto y deslumbrante. Como el de un guerrero. Como el de un clavel.

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