domingo, 24 de agosto de 2008

Navajas IV (las caras de una misma desgracia)

Anoche dolía el corazón y el cuerpo. Solo pude llorar unos segundos en sus brazos fugaces, y bastante más tarde, unas horas, cuando estuve sola.
Amigos amados me acompañan, alabados sean, pero sus brazos generosos no pueden calmar la necesidad de aquellos otros, los que huyen. Solo en ellos quiero aflojarme y soltar la pena. (Recuerdo aquello de El Hacedor que con belleza dice: Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo amor desfallecía Matilde Urbach.)
**.
Es una desgracia para mí.
También para él ha de serlo, debe sentir insoportable el peso de saberse necesitado.
La desgracia es la misma, a mí me sale cara, y al rubio cruz.
***
(Navajas está adquiriendo el rango de etiqueta, ya el 29 de abril nacía la saga sin una etiqueta personalizada. Me contengo de agregarla por temor a que se perpetúe, mejor sigo con tonteras, que es más amplio y menos trágico).

5 comentarios:

GISOFANIA dijo...

Saberse necesitado es un asco.
Necesitar también.

antiprímula dijo...

Gisofania: Saberse puede ser un asco. Para necesitar/ser necesitado creo que mantengo la palabra desgracia.
(Tengo que cambiar tu predio lindero, ya lo hago.)
Saludos.

CONILANDIA dijo...

REGALITO

Los amantes, de (Juan Rodolfo Wilcock)

Harux y Harix han decidido no levantarse más de la cama: se aman locamente, y no pueden alejarse el uno del otro más de sesenta, setenta centímetros. Así que lo mejor es quedarse en la cama, lejos de los llamados del mundo. Está todavía el teléfono, en la mesa de luz, que a veces suena interrumpiendo sus abrazos: son los parientes que llaman para saber si todo anda bien. Pero también estas llamadas telefónicas familiares se hacen cada vez más raras y lacónicas. Los amantes se levantan solamente para ir al baño, y no siempre; la cama está toda desarreglada, las sábanas gastadas, pero ellos no se dan cuenta, cada uno inmerso en la ola azul de los ojos del otro, sus miembros místicamente entrelazados.
La primera semana se alimentaron de galletitas, de las que se habían provisto abundantemente. Como se terminaron las galletitas, ahora se comen entre ellos. Anestesiados por el deseo, se arrancan grandes pedazos de carne con los dientes, entre dos besos se devoran la nariz o el dedo meñique, se beben el uno al otro la sangre; después, saciados, hacen de nuevo el amor, como pueden, y se duermen para volver a comenzar cuando despiertan. Han perdido la cuenta de los días y de las horas. No son lindos de ver, eso es cierto, ensangrentados, descuartizados, pegajosos; pero su amor está más allá de las convenciones.

CONILANDIA dijo...

PD: Creo que merece su propia sección, áunque jamás tengas un amor desamorado, en el mundo hay navajas para rato, no?

antiprímula dijo...

Coni: Hay desgracias para rato...
(No voy a inaugurar la etiqueta Navajas, debo pensar en Curitas.) Un abrazo.