sábado, 28 de julio de 2007

Obertura

Yo soy el que se rebela contra todas las flores y contra todos los nombres de las flores, yo soy el que introdujo en este salón el sello que lo signa, el sello Antiprímula, yo soy el que soporta pumas y golondrinas en el flaco bolsillo donde guardo este papel, como quien no espera.
Espera, y casi más que espera, aguarda.
Pero ustedes estuvieron mal, reconózcanlo. Ustedes, a fuer de seres, tendrían que haber vuelto la cara, disimular, ya que mi conciencia es roma: una pobre loba envejecida, con tetas como odres de terror. Y vacíos. El terror. Siempre está vacío. Como el amor.
Yo soy el que se rebela contra todas las flores y contra todos a mí también y yo también, la muerte es mi dictáfono. Pero dejadme vivir, oh violetas salvajes de la pradera, porque después de todo la rima es una manera de morir como cualquier otra, otra y al revés: arto.
¿O es que no lo veis, turbulentas margaritas de las colinas?
Algún día mi cadáver, harto de aromas, se irá a reunir bajo la tierra junto a Byron, lejos del pólen, lejos del oprobio de capullos y guirnaldas. Lejos de todo. Antiprímula. El inotorgable pétalo. El deshojado salmo que en su cantar dice: - Que nadie me toque, que nadie se acerque.
Osvaldo Lamborghini

1 comentario:

Anónimo dijo...

fatal sino