Mientras ella pensaba que la tristeza de él era negra y profunda miraba, echada de espaldas en el piso de su cuarto de hotel en el once, las manchas de humedad en el techo.
Le rodaron unas lágrimas, silenciosas, nada de ruidos, que no se diga que no era mujer.
La tristeza de él, en vanidades, se aclaraba un punto en su escala cromática.
Ella estaba sola.
Él también.
La mancha del techo crecerá -piensa ella.
La vanidad crecerá -piensa él.
La soledad también -piensan los dos, por separado, alejados.
Ambos lo sabían, pero ya no podían detenerla.
3 comentarios:
Por cierto al techo no le iría nada mal... una maaanooooo de pinturaaaaaaa.
Muy interesante su tontera.
En la lista de los inevitables, en esta parte del planeta (al menos), la humedad, la vanidad y la soledad ocupan los primeros lugares. Yo agregaría la estupidez. Y repasaría la tal lista con humor cínico.
Livio: Me pide la chica que alquilaba el cuarto que le pregunte si tiene alguna sugerencia de color para el techo.
Gisofania: Está muy bien el agregado, aunque tal vez la estupidez nazca de la mencionada santísima trinidad. (Una hijuela boba).
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