"Aquí estoy acomodando las plantas, para que no se estorben unas a otras,
ni tengan partes muertas, ni hormigas.
Me produce placer ver cómo crecen con tan poco;
son sensatas y se acomodan a sus recipientes,
si éstos son chicos, se achican, si tienen espacio, crecen más.
(...) En eso pienso cuando riego y trasplanto
y en las distintas formas de ser de las plantas:
tengo una que es resistente al sol, dura, como del desierto, que tomó para si sólo el verde necesario para sobrevivir;
después una hiedra grande, bonita, intrascendente,
que no tiene la menor pretensión de originalidad
porque se parece a cualquier hiedra que se puede comprar en todos lados,
con su verde tornasolado.
Pero tengo otra hiedra, de color verde uniforme, que se volvió chica;
ella parece decir: "Los tornasoles no son para mí";
ella responde creciendo muy lentamente, umbría y segura en su cautela.
Es la planta que más quiero; de vez en cuando la guío,
yo comprendo para dónde quiere ir
y ella entiende para dónde yo la quiero guiar. (...)"
2 comentarios:
es excelente ese relato.
Sí, Clara, es bárbaro lo de Uhart.
Está bueno tu blog, he leído más de un escrito tuyo que me gustó mucho, aunque nunca me animé a comentar. Lo visito en silencio.
Gracias por pasar por aquí.
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