"... y comenzó la fiesta de amigos íntimos. Chopin se sentó al piano. Tocó una de aquellas baladas cuyas palabras no han sido escritas por ningún poeta. Repentinamente, en medio de la balada, percibió, cerca de la puerta, inmóvil y pálida, la cara de Sand. Ella fijó sobre él sus ojos apasionados y oscuros. El impresionable artista sintió al mismo tiempo placer y dolor. Otros podían escucharlo pero tocaba sólo para ella. Volvieron a verse. Desde este momento el miedo desapareció, y estas dos nobles almas se comprendieron, o creyeron comprenderse. Chopin se sintió ruborizar bajo la fascinadora mirada. Ella sonrió ligeramente y dijo algunas palabras sobre la ejecución. Chopin estaba halagado y emocionado, sintió que era apreciado como nunca lo había sido hasta entonces."
Probablemente nunca se atrajeron dos personas tan opuestas como Chopin y George Sand. No sólo en carácter sino en constitución física eran tan disímiles como podía imaginarse. Ya tenemos idea de cómo era Chopin: neurótico, tierno como una mujer, soñador, delgado, frágil. Contrastemos todo eso con George Sand. Bien podemos admirarnos de que estos dos nombres se hayan asociado en una de las más misteriosas historias del corazón ha que haya dado nacimiento el romance del siglo XIX.
Op.10, No. 12, Allegro con fuoco en do menor
"He conocido a una importante celebridad: Madame Dudevant, famosa como George Sand, pero no me gusta su cara; hay algo en ella que me repele". Así escribía Chopin a sus padres inmediatamente después de la presentación. Pero una naturaleza débil como la de Chopin no pudo resistir los viriles encantos de una George Sand, pronto los dos fueron vistos juntos en todas partes. Y más adelante serían durante años inseparables.
Del primer encuentro quedaron registradas las primeras impresiones que causaron uno en otro, que describirían mejor que nadie ni nada el cariz que tendría la misma. Al ser presentados, Sand murmura al oído de Mme Marliani. «Ese señor Chopin, ¿es una niña?»
«¡Que antipática es esa Sand! ¿Es una mujer? Estoy por dudarlo»- comenta Chopin a Hiller saliendo del salón en el que habían sido presentados.
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En una carta de una discípula de Chopin que frecuentaba mucho la casa en la que convivía la despareja pareja, se lee: "No sabría decir si hay amor aquí, pero hay ternura y abnegación, mezcladas, según los días, con remordimiento, tristeza, tedio, afectadas por toda clase de causas, y especialmente por el choque de sus temperamentos, la divergencia de sus gustos, sus opiniones opuestas... Ella le habla a veces demasiado crudamente, y eso lo hiere. Por su lado, él tiene sus caprichos, sus vivacidades, sus antipatías, sus exigencias... Chopin la llama su angel, pero el ángel tiene grandes alas que a veces lastiman".
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Después de años de convivencia se separaron.
En Historia de mi vida George Sand escribe sobre el distanciamiento de Chopin después de tanto tiempo juntos, la causa aparente de la ruptura fue una pelea entre el músico y hijo de la escritora: "Chopin no quiso aceptar mi legítima y necesaria intervención. Inclinó su cabeza y dijo que ya no lo quería. ¡Qué blasfemia después de ocho años de maternal abnegación! Creí que algunos meses pasados a la distancia y en silencio, cicatrizarían la herida, y volverían a hacer su amistad tranquila, y su memoria equitativa. Pero no. Volví a verlo por un instante en marzo de 1848. Apreté su temblorosa y helada mano. Quise hablarle, pero me eludió. Ahora era mi vez para decir que no me quería más. Le evité esta acusación, y confié todo en las manos de la Providencia y el futuro. No había de volver a verlo. Había malos corazones entre nosotros. También había buenos, pero no supieron qué hacer. Los había frívolos, que prefirieron no intervenir. Se me dijo que él preguntó por mí, me extrañó, y me amó filialmente hasta el mismo fin. También se creyó apropiado ocultarle que yo estaba dispuesta a correr hacia él".
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Liszt dice que nadie supo realmente cuál fue la causa de la ruptura. "Sólo se vió que después de una violenta oposición al casamiento de la hija de Sand, Chopin abandonó precipitadamente la casa para no volver nunca".
A comienzos de 1848 George Sand buscó voluntariamente una reconciliación, pero fue rechazada. Sólo una vez, como lo dice ella misma, encontró a Chopin después de la ruptura, y él se escapó sin decir palabra. Fué cuando él estaba moribundo, pero se le negó la entrada, aunque Chopin había dicho dos días antes que "ella me había dicho que no moriría en otros brazos que en los suyos". Tal vez George Sand sufría injustamente, no podemos dejar de tener la sospecha de que había algún fundamento real de parte de Chopin por el persistente modo de ignorarla y mantenerla a distancia. Ella misma había dicho que él no tenía odios. Lo que es evidente es que no sabía perdonar.
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Hay infinitos datos, varios de ellos contradictorios, sobre la relación entre estos personajes, ella dejó de fumar para no afectar los pulmones del músico, él vivía quejándose todo el tiempo de todo y de todos, ella soportó sus manías durante años y lo cuidó como a un niño, él la adoró, ella fue su enfermera y también su enfermedad propinándole lo que hoy llamaríamos maltrato psicológico, se prometieron amor eterno, fue una relación puramente platónica, etc. etc. Como fue en realidad no sabremos, se sabe que convivieron durante años, y que ha sido una relación que ha dado mucho que pensar. Y si la locura de Sand colaboró con que Chopin haya dejado la música que nos dejó, se le agradece a la dama.
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Reproducción de la mano de Chopin, barrunta el fetichismo.
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La hermosa marcha fúnebre, por Björk y Yorke
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(Soñadora y fantasiosa me veo seducida por el sueño del siglo XIX en el que George Sand cortejaba con romanticismo al femenino Chopin. Pero los sueños sueños son, una vez despierta queda nostalgia, ilusión, pudor. Me enamoré de unas manos sobre un piano, pero ni Chopin ni la Sand: dos giles. Demasiada telenovela en mi infancia: he quedado un poco estúpida).